
En esos días que estuve inmerso en el mundo del hardware y los procesadores, mi atención se centró en una estrategia de mercado tan común como preocupante: esas “ofertas relámpago” en MercadoLibre, Amazon o grandes cadenas de electrodomésticos que florecen mágicamente con el inicio de clases. Mamás y papás, presionados por el tiempo y sin ser expertos en tecnología, caen en la trampa del impulso, comprando lo primero que ven con un cartel rojo de descuento gigante.
Marcas consolidadas como Lenovo, HP o Dell suelen ser las principales impulsoras de esta práctica, empujando al mercado equipos baratos con procesadores como el Intel Celeron N4020 o el N4500. Estos chips, en apariencia, suenan modernos porque se envuelven en la etiqueta de “ultrabooks” con diseños slim y acabados atractivos que imitan a modelos de gama alta. Sin embargo, esconden una realidad de hardware deliberadamente limitado. No se venden como una solución honesta para tareas básicas, sino como una ilusión de modernidad, una artimaña perfecta para vaciar el stock de componentes antiguos que los fabricantes tienen acumulado y que de otra forma serían muy difíciles de colocar.

Este es el corazón de la obsolescencia programada por especificación: crear un producto con una vida útil corta no por un fallo físico, sino porque sus componentes ya nacen obsoletos. El Celeron N4020 sufre mucho en el uso real; su rendimiento es apenas comparable al de un Core 2 Duo de hace más de una década. Con solo dos núcleos de baja potencia, sin capacidad para una multitarea real y, lo más grave, soldado de fábrica a la placa madre, elimina por completo cualquier posibilidad de mejora o actualización. Estás atrapado en un ecosistema cerrado destinado a volverse lento en poco tiempo.

El gran problema es el engaño del precio inicial. Estas máquinas parecen baratas (alrededor de $3,000 - $4,000 MXN), pero terminan saliendo carísimas en frustración y tiempo perdido: almacenamiento eMMC (una memoria lenta y no mucho mejor que una SD card), apenas 4 GB de RAM (también soldados y compartidos con la gráfica), sobrecalentamiento con tareas básicas y una gráfica integrada (UHD 600) que solo da para reproducir video. Si abres más de cinco pestañas en Chrome o intentas usar Zoom mientras tienes un documento abierto, el sistema se arrastra hasta el paro. Son equipos diseñados desde sus cimientos para cumplir un ciclo corto: durar lo justo para que la garantía expire y el usuario, ya hastiado, se vea forzado a comprar otro.

En contraste, hoy conviene mucho más ser estratégico y mirar hacia opciones como AMD en la gama baja y media. Procesadores como el Athlon Silver 3050U ya ofrecen dos núcleos con una arquitectura mucho más moderna, pero el salto real lo dan los Ryzen 3 o 5 de series recientes (como el 5300U o el 7320U). Estos equipos, que suelen rondar entre los $6,000 y $9,000 pesos en México, representan la antítesis de la obsolescencia programada: suelen venir con SSD NVMe (brutalmente más rápidos), memoria RAM expandible y una potencia gráfica integrada que multiplica por 5 o 6 la del Celeron.
va más allá de una simple recomendación de compra: no te dejes llevar por el cartel rojo de "oferta". Es muy probable que ese descuento agresivo sea la señal de que una tienda o fabricante quiere liberar espacio en sus almacenes de hardware obsoleto. Exige siempre conocer el modelo exacto del procesador, compáralo aunque sea en una tabla básica de rendimiento en Internet y prioriza la capacidad de mejora (ranuras libres para RAM y SSD). La diferencia entre un Celeron N4020 disfrazado y un Ryzen 3 económico no es solo de desempeño hoy; es una abismal brecha en cuanto a cuántos años de vida útil y productividad sin frustraciones te va a dar esa inversión. Invertir un poco más al principio es, en realidad, ahorrar a largo plazo y negarse a participar en un ciclo de consumo predatorio
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