MEKASHINEV

Uno de los mejores álbumes de este año me ha ayudado a sobrevivir dentro de toda esta basura digital que nos rodea: televisión, radio y medios que repiten discos clásicos de Universal mezclados con contenido superficial y cringe digital. Es frustrante ver emisoras de radio que no hacen su trabajo correctamente y que solo comparten publicaciones del gobierno, llenando programas de hasta 25 minutos alabando lo “bueno” que ha sido para todos nosotros.

En la actualidad, muchas personas creen que con el auge de la inteligencia artificial (IA), gran parte de los procesos de desarrollo y programación se volverán innecesarios. Sin embargo, esto es un error. Aunque la IA y la automatización han simplificado numerosas tareas, la infraestructura técnica y lógica que sostiene los sistemas digitales sigue siendo indispensable.

Ahora resulta que publicar en redes sociales de manera genuina es cosa del pasado; lo nuestro ahora es compartir información como autómatas, porque, claro, eso es lo que todos queremos ver: datos frescos, crudos y absolutamente necesarios… ¿quién necesita perder tiempo con eventos sociales, noticias, chismes o las gloriosas babosadas del gobierno cuando podemos consumir contenido “premium” de puro relleno?

Hablar del mexicano y la lectura es como tocar una llaga cultural: todos saben que existe, pero pocos quieren profundizar. Las estadísticas no mienten: el promedio nacional de libros leídos por persona al año es escandalosamente bajo (apenas 3.7 según el INEGI, y eso con buena voluntad). Pero el problema no es solo que se lea poco, sino que muchos ni siquiera ven el acto de leer como algo deseable. Leer se volvió castigo escolar, un requisito para pasar materias o ganar puntos, en lugar de una herramienta de curiosidad o disfrute.

Existe una peculiar forma de dotar de un tono casi pintoresco a la cruda realidad de la clase trabajadora, aquella que depende del transporte público para sobrevivir. Se trata de una fuga diaria, un éxodo masivo al amanecer donde miles de personas salen literalmente huidos de sus colonias, persiguiendo un sustento que se encuentra a kilómetros de distancia.

Es súper importantísimo mencionar a este señor y este párrafo, ya que no solamente Aaron Swartz es crucial para contar la historia completa de Reedit, sino porque su papel fue fundamental, aunque complejo y a menudo muy poco reconocido públicamente a través de este tipo de conocimientos. Este señor se encontró colgado en su habitación, extrañamente, por ahí de la década del año 2013, y la reacción dejó estupefactos a miles de millones de personas.

Science, Not Fiction: es el disco que demuestra que El Duende Naranja todavía tienen los colmillos más afilados. Con este ya son diez discos a las espaldas, y en lugar de sonar cansados, suenan con más rabia y ideas que nunca. La salida del bajista original pudo hundirlos, pero en su lugar metieron a Harry Armstrong, un colega de toda la vida, que le dio una patada en el culo al bajo y le injectó sangre nueva a la banda.

Por allá del año 2021, Wolfmother sorprendió con un disco que apareció casi de la nada: Rock Out. No hubo disquera detrás, ni gran maquinaria de distribución, ni un ejército de promotores; fue un lanzamiento directo, crudo y sin adornos corporativos. Apenas media hora de duración, diez canciones que parecen hechas para sonar en vivo más que para buscar la perfección de estudio.

Recuerda que muchas de las expresiones de desconfianza que hoy circulan en los medios digitales y en boca de ciertos pseudo–personajes políticos no son nuevas. Desde hace tiempo, su objetivo principal ha sido no perder el control de sus actos y evitar, a toda costa, caer del lugar de poder en el que se encuentran. Algunos están más arriba que otros, pero todos se sostienen en el mismo sistema.